Perdóname (parte 2)
Perdóname
«Pero no se vayan todavía, aún hay más…».
Tal y como rezaba aquél buen ratón que nos agradaba las mañanas televisivas «sabaderas» a los que ya tenemos una buena parte del 3D echado y que ahora, visto en perspectiva, entiendo que era el comienzo del adoctrinamiento infantil del espacio. Se trataba de un ratón que, además de inducir la fantasía espacial en los cerebros de los niños de antaño, estaba «supervitaminado» y «supermineralizado»; “Quicir”, lo que en los ambientes se conoce como «ir como el tenazas».
Más allá de personales añoranzas (en mi caso más por «ir como el tenazas» que por el ratoncito…) y centrándonos en lo que nos atañe, si haces un verdadero ejercicio introspectivo, te habrás dado cuenta de que mucho (o todo…) de lo que te contaron los babosos que citaba en el anterior escrito (Perdóname I), lo entendiste como cierto. Te tragaste todo (o casi todo…), de lo que sus pestilentes bocas excretaron (y siguen excretando…).
«Aplauda…», «solidarícese…», «sea responsable…», «confínese…», «denúncielo…», eran las consignas que, barnizadas con los brillos de los focos y consensuadas con dictatoriales leyes que poco a poco iban deteriorando nuestra inalienable libertad, te habían introducido en tu «puto melón».
«Asín son las cosas y asín sus las hemos contado…», diría el afamado «perrorista».
Pero vayamos al lío, a la «tostá», al «pescao», al meollo, al «tuti», al fondo…
En 2021…
El lío
No te creas, entendí tus miedos iniciales…
Al fin y al cabo, nunca habías vivido una emergencia similar y tus referentes informativos (las 24 putas horas del día…), te regaban el alma con imágenes desgarradoras, hospitales saturados, testimonios dramáticos, vidas perdidas, gráficas aterradoras; apelando con ello, como siempre, a tus sentimientos y emociones.
Por otra parte, tus informadores estaban del lado del bien, tus legisladores estaban del lado del bien, tus organizaciones supranacionales (OMS, CDC, FDA, ONU, UE,…) estaban del lado del bien, los gestores de las redes sociales estaban del lado del bien, los «fact checkers» estaban del lado del bien, los médicos y sanitarios estaban del lado del bien, la industria farmacéutica estaba del lado del bien…
Todos aquellos que velaban por tu salud y bienestar te habían advertido de un virus mortal que estaba arrasando el mundo: ¿Qué podría salir mal siguiendo sus consignas?…
Así, fieles a su exitoso principio de problema-reacción-solución, las mismas víboras que te presentaron el problema, a través de tus sucios, despreciables y malolientes referentes «mierdáticos», te indujeron como reacción el miedo en el «body» para finalmente ofrecerte, «of course», una solución.
Un remedio que daría alivio y esperanza a los miedos que invadían tu alma. Una solución definitiva que dejaría atrás el caos y la destrucción del ser humano que se avecinaba. Una panacea que permitiría recuperar el aliento y la pérdida de libertades que, por el bien común, tus venerados gobernantes se habían visto obligados a legislar.
La «tostá»
«Quicir», la puta solución al problema. Y no sólo eso, además, la única puta solución al problema.
Por lo tanto, te informaron de que casi de manera filantrópica, las compañías farmacéuticas habían desarrollado el bálsamo de fierabrás con el que salvaguardar a los seres humanos de las hordas víricas. De tal forma, no uno, sino decenas de antídotos de diferentes colores, sabores y nuevas tecnologías habían sido desarrollados en un tiempo récord.
Te dijeron también que los derechos que te habían cercenado, podrías recuperarlos si aceptabas cualquiera de los buenos remedios químicos y experimentales que te ofrecían. «La vacuna», los llamaron a todos ellos, sin discriminar entre diferentes fabricantes y diversas tecnologías aplicadas…
¡Y la vacuna es gratis, oiga…!, también te dijeron.
De tal forma, tus putos gurús de mierda, de manera consensuada, te inculcaron nuevas consignas: «Clávate: es seguro y eficaz…», «la libertad es clavar, clavar y clavar…», «póntela, pónsela…», etc.
Por otro lado, también te convencieron de que aquellos que clamaban que todo se trataba de una locura propagandística y sin ninguna base científica, fuesen despreciados socialmente, silenciados y censurados. Para ello, te ofrecieron nuevos lemas: «Combatamos las fake news…», «consume información oficial y verificada…», «no escuches a los negacionistas…», etc.
Y entonces, llegó el momento…
El «pescao»
Como solidario y responsable miembro de la cabaña lanar de nuestra tierra, te arrimaste a tu «vacunódromo» de turno y pusiste a disposición de unos hijos de puta, tu piel y tu vida.
Te imagino comunicando la buena nueva a tus amigos y familiares, recibiendo en tus redes, como respuesta, el icono de la carita sonriente…
No sé qué pensarías (o si pensaste algo…), cuando te informaron de que «la vacuna» tenía una eficacia cercana al 100%. Del 96,7% te indicaron después. Titulares proclamaban posteriormente que era del 85%. Más tarde fue del 77,2%. Después del 58,6. «Later» del 34,8…
Finalmente, te dijeron que la efectividad de la solución que habías aceptado era aún menor y que se mantendría, únicamente, por un tiempo limitado:
Necesitas un refuerzo… (Carita sonriente…).
«Más finalmente», te dijeron que no evitaría que contrajeses la enfermedad, pero que, si ese fuera el caso, lo haría de forma leve e impediría tu ingreso en la UCI (¿Verdad, Antonio Rocines? Ja, ja, ja…).
El meollo
En cualquier caso, a pesar de la «billetada» gastada en mascarillas, «mierdageles», «fake-tests» intrusivos y demás parafernalia necesaria para asegurar tu existencia, a pesar del robo de nuestros derechos fundamentales y a pesar de haber sido todo lo solidario y responsable que dabas de sí, nada de ello te había llevado a la normalidad prometida.
Te dijeron que «el bicho volador» se transformaba constantemente en nuevas variantes más letales y virulentas. Olas no «surfeables» surgían de la nada, lo cual podría ser responsabilidad directa de los que no habían aceptado participar en el siniestro experimento. Fue entonces cuando nuevas consignas fueron «remachadas» en tu moldeable «brain»: «Marquemos a los negacionistas…», «sepárese de los anticiencia…», «segreguemos a los antivacunas…», «son subnormales…», etc.
Porque…, qué coño; tenías el derecho de poder disfrutar de espacios seguros, sin «negacionistas asintomáticos» que pudiesen acabar contigo, con tus padres o con tus churumbeles.
Para ello, te propusieron una forma para separar a los «bebelejías» de las personas responsables (como tú…). Un sistema digital que te permitiría viajar, comer en restaurantes, ir al cine y a la vez, prohibírselo a quien no acreditase ser parte de «los buenos».
Así, no perdiste el tiempo para acceder a tu «pasaporte digital».
El «tuti»
Ahora ya eras libre…
Eso sí, seguías siendo todavía un «caratanga», con una substancial pérdida de libertades, con tu negocio arruinado, sin trabajo, con una reducción significativa de tu poder adquisitivo, habiendo sido encerrado (lo cual fue declarado, muy tardíamente, ilegal…), habiendo sido testigo del asesinato de muchos de nuestros ancianos y con un millar más de otros desdeñables daños colaterales…; pero seguramente, con la enorme satisfacción personal de haber sido un ciudadano ejemplar, modélico, solidario, responsable y, lo más importante, con una prueba digital de todo ello…
Aun así, no era bastante…
Estos hijos de la gran puta tenían que seguir adelante, metiendo en tu puto «coco» la necesidad de incluir en la ecuación a los más indefensos:
Nuestros bienamados niños.
El fondo
Tú, como eres muy de dejar que te metan cosas, tanto en tus agujeros como en tu puta cabeza, sólo tuviste que asimilar las nuevas directrices que te dejaron al quite: «Son portadores asintomáticos del virus…», «no permitas que maten a sus abuelos…», etc.
A pesar de que los datos mostraban una incidencia absolutamente despreciable en los infantes, que sanitaria y lógicamente no induciría a acción alguna; aceptaste el gesto más vil, siniestro y aberrante:
Convertir a tus hijos en ratas.
«Quicir», introducir a tu progenie en un programa experimental de una nueva sustancia química-génica (de muy diversas de ellas, en realidad…), tal cual se emplea en laboratorio a los mentados roedores.
Y no tomaste esa vital decisión buscando información acerca de la composición del «invento», sus efectos secundarios o analizando con seriedad la dualidad beneficio-riesgo del asunto; sino únicamente porque Fetén Esteban, el doctor Carallo, el doctor Tahona u otros siniestros personajes, voceros de la oficialidad, te lo habían dicho.
Qué triste…
Notas del Autor
Si en el 2020 te tragaste «toalalefa», ¿Por qué no te la ibas a seguir tragando en 2021?
A esas alturas de la película y tú sin ser consciente de no haber hecho más que seguir los consejos, recomendaciones, imposiciones e inoculaciones (en última instancia…) que te presentaron una pandilla de hijos de mil padres (todos ellos con intereses creados…), que podían querer lo que quiera que quisiesen, pero fuese lo que fuera que quisieran, no quiero creer que fuese lo que quisieras de fuere…
Eso sí, puedo garantizarte que no es lo que yo quiero que sea.
Con esto, sólo me resta decir:
Perdón.
Y recordando de nuevo al puto ratón que «iba como el tenazas»:
«Pero no se vayan todavía, aún hay más…».
Fdo. Charli
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