La secta (parte 1)
Los líderes
Quién no ha escuchado alguna historia macabra acerca de Charles Mason o Jim Jones.
Si los nombres no te suenan (uno de ellos seguro que sí), probablemente reconocerías sus «caretos» en cuanto los vieses, pues han sido protagonistas de numerosos documentales, noticias y todo tipo de estudios. En torno a dichos seres y su leyenda han corrido ríos de tinta, semen y sangre.
Sí, son líderes de sectas, que cada cual en su momento y según su «personal style», la «liaron mu parda»…
Si tiramos de hemeroteca, nos daremos cuenta de que, al escuchar la susodicha palabra (secta), evocaremos inmediatamente aquello que tenemos grabado a fuego:
Por un lado, imágenes de casi un millar de incautos que se suicidaron en base a «no sé qué», en el caso de Jim Jones y su «Templo del Pueblo». Por otro, orgías de semen y sangre, cuya más notoria víctima fue una muy conocida y embarazada actriz, si mentamos a Charles Manson y su «Familia Manson» (Helter Skelter).
Otra cuestión que solemos pensar es, cómo carajo personas aparentemente «normales» se dejan embaucar por ideas o planteamientos, que a priori y, vistos desde la lejanía, parecen absurdos y sin sentido; y que, además, derivan inevitablemente en la destrucción de su cartera, de su «yo» o en la de su propia vida.
Parece increíble. O eso pensamos…
Qué es una secta
Entonces ¿Qué es exactamente una secta?
Coincidiremos en que los citados anteriormente son casos extremos de sectas destructivas, que se convierten en elementos paradigmáticos del asunto; pero lo cierto es que existen sectas de todos los colores, sabores y olores. De tal modo, existen clasificaciones psicológicas de toda índole, las cuales «me la pelan», pues no son objeto de este artículo de opinión.
Vayámonos al siempre socorrido diccionario de la RAE y veamos la acepción de la palabra, para después hacer comparativas, reflexionar y extraer conclusiones:
- Doctrina religiosa o ideológica que se aparta de lo que se considera ortodoxo.
- Conjunto de seguidores de una secta.
- Comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos.
Interesante. En primer lugar, no encontramos ninguna mención a la violencia o destrucción que veíamos en los casos anteriores.
Precisamente eso lo que me echaba para atrás para crear mi propia secta, por lo que, salvado el escollo, me voy a poner a ello. Al fin y al cabo, parece que a los líderes de los chiringuitos «sectiles» les va bien (si no son de liarla muy parda). Eso sí, desde mi humilde punto de vista, los citados son unos simples aficionados, si les comparamos con los líderes de las sectas en las que estoy basando mi proyecto.
Además, al igual que cualquier líder que está orgulloso de serlo, no me importaría meterle un «buco» de testosterona a mi insaciable ego y a mis imparables ansias de poder…
(Risa malévola): ¡UAJAJA JAJA, UAJAJA JAJA, UAJAJA JAJA!…
Monto mi secta
Toda secta que se precie, supongo que deberá comenzar con una hoja de ruta en la que pueda establecer las premisas iniciales, los «panolis» objeto del proyecto y los parámetros de funcionamiento, por lo que voy a extraer las claves sobre las que trabajar desde la definición de la RAE anterior.
Doctrina
Para un profano en estas artes, como el que escribe lo es, supongo que será como el libro de instrucciones a seguir por los acólitos. He de ser, por tanto, muy fino y delicado escogiendo los puntos que la sustentarán:
Tendrá que estar basada en valores universales, espirituales o de cualquier índole que sean beneficiosos de por sí a la comunidad que pretendo crear o, al menos, que yo pueda convencerles de ello. Quiero suponer en mi ignorancia que, si les propongo clavarles un tenedor en el ojo no tendré muchos suscriptores (aunque alguno habrá, «no doubt»).
Entiendo que no necesariamente lo que ofrezca como recompensa, deba ser algo material. Es más, creo que debería tratarse de algo inmaterial o que no pueda ser desmontado, demostrado o refutado. Valores como «un futuro mejor», «salud», «la defensa del planeta», «un nirvana», «el amor», «la paz», «la defensa de los oprimidos», etc., etc., etc.
Además, creo entender también que no requiero de violencia para ejecutar mi plan. En realidad, son mis acólitos los que han de querer permanecer en la secta, alimentarla y financiarla («of course»).
Conjunto de seguidores
Poco que decir: Los «panolis», «los primos», «los paganini» del circo que pretendo montar. En los ambientes se les conoce como tragacionistas. Sé que me los tengo que ganar con mi doctrina y poco más. En realidad, me importan un puto carajo (creo también que es premisa fundamental para cualquier líder «sectil» que se jacte de ello).
Comunidad cerrada
De primer curso de «sectismo». Debo encontrar los motivos que nos unan a los suscritos y los que nos diferencien de los ajenos a la secta.
Por un lado, tengo que hacer ver a los «panolis» que se encuentran en la zona de «los buenos», de la sensatez, del criterio y de la estabilidad, basándome en los objetivos y premisas de la doctrina.
Por otra parte, debo establecer un enemigo que represente todo lo contrario a lo que nuestros valores promulguen. No es necesario que sea alguien vivo, ni físico, ni que represente una amenaza directa; puede ser el recuerdo de alguien ya muerto o el fin de los tiempos, o cambios climáticos, o «viruses» mortales, meteoritos, colapsos económicos, la salud de mis niños, mi rival político, el sexo, la raza, mi vecino, mi prima la coja o la madre que les parió a todos ellos.
No importa. En la doctrina ya haré saber al personal que el enemigo es «malo malísimo» y que lo único que tiene que hacer es odiarle mucho. Pese a que no le haya hecho nada, no se le conozca, no se le vea o defienda en parte los mismos principios de esta, su amada comunidad.
Poder absoluto sobre los adeptos
La figura del líder es fundamental. Por lo visto, no hay que hacer nada, sólo ser la cara visible de la doctrina. Por ello, la imagen siempre ha de estar en consonancia con el espectro de acólitos en los que se mueva la secta. Así, por ejemplo, si quiero captar adeptos entre la juventud teniendo coleta y chepa, mis asesores me pedirán que me haga un moño y me ponga pendientes, además de que evite las fotos laterales («of course»). ¿Verdad, Pablito…?
En ese aspecto (el de la imagen), mis asesores me han dicho que habría que sanear demasiado y me recomiendan que centre mis esfuerzos en otros campos. Lo que me jode es que tienen razón los muy hijos de puta… Por ello:
- Educaré a mis seguidores para que acepten que la realidad que se les muestra, es única e incontrovertible en base a la palabra de su bienamado líder.
- Les haré ver que fuera de la secta hace mucho frío y que el enemigo en su terreno es muy poderoso.
- Me inventaré «palabros» que definan al enemigo, lo ridiculicen y estigmaticen y que introduciré a fuego en las mentes de mis fanáticos, de modo que ninguno de ellos tenga que debatir ni argumentar nada.
- Les introduciré en sus cerebros que soy el «menda lerenda turrón de almendra» que más eficazmente defiende los intereses de sus acólitos y más ferozmente combate a sus enemigos.
- Crearé sobre mí un áurea de divinidad o «superheroinismo», haciendo ver que mis decisiones son muy difíciles de tomar, pero que estarán basadas en el bienestar de la comunidad y en la defensa de los más desvalidos.
- Seré empático (o haré que lo soy) con las gentes. Para mantener el «pufo» has de hacer entender a la chusma que eres su vecino y hermano. Sí, es lo más sucio de todo, porque a veces incluso debes apretar sus manos, pero todo sea en pos de la causa (además, no salgo de casa sin mi gel hidroalcohólico colgando de la cintura).
Sinceramente, creo que me voy a «hinchar» a conseguir adeptos y, de seguro, un buen «puñao» de billetes fresquitos.
Esto parece un negocio seguro…
Sigue leyendo en la Parte 2.
Fdo. Charli
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