Héroe villano esbirro
Los héroes
Todavía logro recordar vívidamente las sensaciones que se me pasaban por el cuerpo cuando abría un cómic de superhéroes.
Eso era algo espectacular…
Todos los sentidos, excepto el auditivo, se conjuntaban mágicamente para hacer feliz al niño que los albergaban. Imágenes coloridas pretendidas ser vistas todas a la vez, el tacto de las hojas y de los rostros de mis héroes a los que acariciaba cariñosamente mientras leía los bocadillos. Ese indescriptible olor que envolvía todo lo anterior y, por supuesto, el sabor más maravilloso que hubo, hay y habrá: el sabor a felicidad.
En muchas ocasiones, volvía a ser consciente de la realidad y añadía el oído a la ecuación, cuando sentía pasar un misil pie-aire (también conocido como «zapatilla casera») volar a escasos centímetros de mi espalda, acompañado de una voz que exclamaba: «¡Te he dicho ya siete veces que bajes a por el pan…!»
Es verdad, no iba hasta la novena; pero cuando lo hacía, me enfundaba mi capa (a la cual, extrañamente, mi madre llamaba mantel…) y salía raudo a emular las acciones de mis referentes de la «superheroenicidad». Volando, compraba el pan y volvía a casa con una aventura más en el «body» y, normalmente, con un cuarto de barra menos.
Y es que, no estamos hablando de cualquier cosa, estamos hablando de los superhéroes: Esos personajes de ficción que entregan todos sus extraordinarios poderes, de forma abnegada, en pos de una causa justa y noble. Esos que lo arriesgan todo y viven grandes hazañas que «ventilan» con gran valentía y por las cuales no suelen reclamar rédito, crédito o merecimiento.
Casi «ná».
Los villanos
Así como el ying tiene el yang, el superhéroe tiene su contrapartida: el villano.
En el plano «superheroil», el villano es aquél que, siendo bueno en el principio; debido a algún trauma, decepción, supuesta traición u otras «tontunas», se ve obligado a pasarse al lado oscuro. Un ser incomprendido y a la par poderoso que es llevado a alejarse de la senda del bien para representar muy dignamente a las fuerzas contrarias.
Si eres un niño, probablemente tendrá rostro afilado y risa estridente. Si eres adulto, conservarás el recuerdo de tu villano de turno de la infancia mezclado con el estereotipo que el cine haya creado en ti.
Para mí era aquél despreciable ser que, entre dentellada y dentellada a la «barrapan», debía ir combatiendo por el bien de la humanidad y del planeta. Y creo que hice lo que debía: combatir al villano siempre, pasase lo que pasase y le gustara a mi madre o no…
Etimológicamente hablando, no hay una correlación entre el significado y la idea que hoy en día tenemos del villano: «Vecino o habitador del estado llano en una villa o aldea, a distinción de noble o hidalgo», reza en la primera acepción de nuestro amigo el diccionario de la RAE. (A bote pronto y como análisis preliminar, se puede entender quién le puso el nombre de villanos a los villanos).
Mientras el superhéroe es el mayor valedor de las más elevadas virtudes del ser humano, el villano representa el paradigma contrario.
Los esbirros
Los villanos, intentan hacer frente a los superhéroes mediante herramientas, tecnológicas o de cualquier otra índole, que le equiparen de alguna manera al superhéroe al que se enfrentan. Entre ellas, emplean una que es común para todos, tanto en el plano real como en el imaginario:
Los putos esbirros.
Sí, esos inmundos personajes que, por unas migajas de maldad (en la ficción), o por yo qué coño sé (cada uno se convencerá de sus motivos en la realidad), participan de los malévolos planes del villano de turno y colaboran abnegadamente para que lleguen a buen puerto.
Son tan despreciables, repulsivos e infectos que, tanto en el mundo de los sueños como en el de la realidad, son repudiados hasta por el mismo villano que los sustenta. Su protagonismo es relativo y no son más que absurdas marionetas movidas por unos astutos hilos. Así son los esbirros…
Al igual que son numerosos en la ficción, solo tenemos que echar un vistazo a nuestro alrededor para darnos cuenta de que hay más de los que quisiésemos:
Esbirros de salud
Están esos que portan un traje «esbirriano» de color blanco, azul clarito o verde claro y los reconocerás cuando los veas acariciando sus genitales al oír los vítores y aplausos programados que la turba les brinda.
Sí, esos que, por vigésimo cuarta vez, vuelven a tocarse con el repugnante vídeo que han grabado con sus «compis» del curro, estando atentos entre fluido y fluido, del número de visualizaciones. Pensando, lo peor de todo, en el paso de baile que se les ha escapado a ellos o a cualquiera otra morralla de su calaña interviniente en el «show».
Hay otros, por encima de estos, pero con igual grado de «esbirrez» y similar vestimenta, que se encargan de firmar lo que haga falta: un diagnóstico de enfermedad a alguien que no tiene ningún síntoma. Una defunción por determinada enfermedad, aunque la causa de la misma haya sido un uñero infectado. La administración de protocolos que inevitablemente causan la muerte. La inoculación en seres humanos de cualquier tipo de experimento químico…
Esbirros de autoridad
Existen otros esbirros, igual de vomitivos que los anteriores que, tirando de «autoridad» y otras herramientas de «convencimiento», te tratan como si fueses un asesino en serie. Te hacen pensar que llevas explosivos en el maletero cuando te miran a los ojos mientras conduces tranquilamente tu coche. Aplican sus «herramientas» para persuadirte amigablemente de que respirar es contagioso. Te invitan a pensar que sus actuaciones desmedidas se basan en una legalidad que a todas luces es ilegal.
El trajecito «esbirril» de estos, cambia mucho según la idiosincrasia del lugar en el que actúan. Normalmente tiran de negro o azul, pero también les gusta el verde. En fin, gente muy viva y colorida…
Esbirros informativos
Estos últimos que voy a mencionar no necesitan una vestimenta profesional estándar; eso sí, utilizan kilos y kilos de parabenos en forma de maquillaje y luz, mucha luz… Son los de: «Asín son las cosas y asín sus las hemos contado…».
Los que te darán acceso a la realidad diaria del plano. Sí, esos que te ofrecerán información veraz sobre cualquier tema que te inquiete. Aquellos que de forma visual, escrita u oral te dirán la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad (y puede que me quede corto…). Son los que harán escarnio de ti si no llevas un tanga en la boca, pero que también te contarán que, gracias a sus techos altos, ellos no necesitan llevarlo. Es decir, los encargados de inducir el miedo al personal y los que te dirán cuál es la forma de actuar en cada caso. Son los que te invitan a reclamar cualquier solución que (casualmente), suele venir determinada por el villano de turno y coincide con sus intereses.
Es solo una pequeña muestra del perfil medio del esbirro, pero hay más, muchos más, en todos los ámbitos y a cualquier escala.
Mientras tanto, al otro lado de «Gotham City», gente «estirando la pata», jodida, desesperada, arruinada, sin posibilidades, sin ilusión… No sólo por la inacción o exceso de acción de los esbirros, sino, quizás más grave si cabe, por las consecuencias derivadas de las mismas. Seres humanos necesitados de atención y ayuda y vosotros, sucias alimañas, haciendo vuestro repugnante «show».
Supongo que os consolaréis pensando que estáis haciendo vuestro trabajo. Espero que esa sea la idea que os permita miraros al espejo cada mañana, como también espero que algún día ya no os sirva para nada…
Y los villanos, gracias a sus putos esbirros, ganando la batalla…
Conclusiones
Viendo lo visto… ¿Quién puede convencerme a mí de que esta inmundicia son héroes?
Es lamentable que vosotros seáis mi hermana, mi amigo, mi vecina, mi tío, mi conocido, mi gente y que, con la esperanza de conseguir vuestra maligna y miserable capa de colores, estéis siendo cómplices directos de una gran farsa. Una, de muy graves consecuencias.
Si existiese la justicia, tendríais que pagar por lo que estáis haciendo.
Me conformo con que algún día os tengáis que enfrentar a vosotros mismos. Anhelo el día en el que os preguntéis íntimamente como fuisteis capaces de participar en algo tan siniestro y mortal para los vuestros.
Los superhéroes no existen, los héroes sí existen y los villanos también. De la misma forma, sois reales vosotros, los esbirros: un repugnante y asqueroso saco de mierda maloliente.
No, no os escandalicéis, no es nada personal. Estoy realizando una descripción empírica basada en vuestro «bienhacer» y en la observación directa que, de forma inapelable, asevera que estáis siendo cómplices activos de nuestros asesinos (los villanos). Sois conocedores de que el «business» en el que nos encontramos parte de una gran mentira y no estáis haciendo nada o estáis haciendo demasiado…
Sí, es cierto, todos somos esbirros en una u otra medida. El puto mundo que nos «invitan» a vivir obliga a realizar casi a diario esa inmunda acción. Aun así, hay una barrera bien visible que separa al esbirro «por obligación» del verdadero esbirro profesional. La supera aquél que permite por acción u omisión que se haga daño a sus semejantes.
Vosotros, putos esbirros, la habéis superado con creces…
Fdo. Charli
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Una muy pequeña entidad con un sencillo y humilde sueño: Quitarnos de enmedio a esta puta caterva de «hijosdelagran» que deciden en todos los ámbitos de nuestra vida. Casi «ná»…
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